Madeira y Porto Santo son dos paraísos en el Atlántico de un archipiélago portugués que se muestra sofisticadamente europeo y emotivamente natural.
Pero todo tiene su cara sombría.
En el corazón de Funchal, la capital de Madeira, célebre por su puerto, sus espacios verdes y sus bodegas, nació en 1985 en un barrio trabajador un jovencito cuyo padre, José Dinis Aveiro, entre otras cosas, entrenaba al modesto equipo de fútbol local Andorinha.
Allí llevó a su hijo que desde los ocho hacía enloquecer a la pelota.
La familia, marcada por la pobreza, se mudó a Lisboa.
En ese entonces, el jovencito compartía habitación con sus tres hermanos Hugo, Elma y Katia..